07 de Abril, 2011
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LAS AGUAS TURBIAS |
En la semana que no tenía que trabajar dormía profundamente, no había nada ni nadie que lo pudiera despertar de su sueño pesado. El último día de aquella semana siempre hacía lo mismo, aprovechaba su tiempo libre para ir de pesca. Realmente para él era como un cable a tierra que lo hacía despejar de todos sus problemas. Aquel día se levantó muy temprano, casi alrededor de las 6 de la mañana. Como era su costumbre, tomaba unos mates antes de comenzar a preparar su equipo de pescar. Pero aquella era una mañana sensacional, impensada para él. Lo que jamas pudo hacer su imaginación lo había hecho la realidad. Luego de poner la pava, porque era lo primero que realizaba para no perder tiempo, fue a cepillarse los dientes. Salió del baño y como siempre se dirigió a la ventana de la cocina, la cual era la mas utilizada para fomentar su distracción en la naturaleza, y en aquel bello paisaje que había en el entorno de su casa. Sus ojos se deleitaron al ver el remanso de agua que había alrededor de la casa. Habían pequeños buques pesqueros, una afluencia de pescadores llenos de jubilo al ver sus cañas y redes como armas letales para apresar aquellos suculentos seres marinos. Lo pensó varias veces antes de salir. - ¿Y Si es pura imaginación? ¿Si aun estoy dormido? ¿Si es solo parte de mis sueños?. Por otro lado se decía así mismo que era una oportunidad que jamas iba a volver a tener en disfrutar de aquella sorpresa que se encontraba frente a su persona. Entonces se decidió, se aproximó a la puerta para salir y cuando abrió se dio cuenta que su casa estaba también flotando. Llevó consigo la caña de Bambú, aquella que había hecho con sus propias manos el padre. De lejos, antes de cerrar la puerta, se escuchaba el silbido de la pava irviendo. Pero estaba tan anonado por lo que sus ojos veían que prefirió no hacer caso al chillido espantoso. Se deslizó y subió a la primera lancha-colectivo que pasaba por allí. Y en ese instante aprovecho para descifrar el misterio de las aguas turbias: -Disculpeme- dijo. -¿Aqui se puede pescar? pregunto, ya que veo las aguas turbias pero también veo que aquellos hombres tienen éxito. -SI. Si se puede. El gobierno introdujo los peces de a millones para mantener entretenidos a los hombres que triste les ha quedado el alma.-contesto el conductor de la lancha. -¿O sea que no estoy soñando? -¿A quien se le puede ocurrir eso? Las lanchas-colectivos las trajo una empresa Extranjera y nos contrataron a nosotros antiguos colectiveros. También usted puede disfrutar de los restaurant flotantes, de los casinos, de los tours. -¿Ve? -dijo el lanchero- Esa isla. Solo eso ha quedado de obra de la naturaleza, junto al agua en la que estamos flotando y las ruinas que quedaron bajo estas. Sin darle demasiada importancia bajó de la lancha colectivo. En aquella isla estaba lleno de pescadores. Mientras se bajaba, el lanchero le decía: -Vio que no hay mal que por bien no venga. ¿Al final no era tan malo el Sunami?
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publicado por
litoliteral a las 14:36 · Sin comentarios
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Sobre mí |
Miguel Angel Gonzalez
Me gusta tocar la guitarra, escribir poesia, leer, escribir, hablar de la vida. Me gusta hablar y sonreir. Ah. y viajar
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